viernes, 11 de enero de 2008

Juguetes

Este es el primer post que escribo. En realidad, este blog fue creado a finales de noviembre del 2007; pero, por ciertas razones nunca me atreví a escribir nada. Varias fueron las razones. Miedo a una mala redaccion, temor a las fuertes críticas (más conocidas como "comentarios") de las personas con experiencia en este campo social, temas triviales, y un temor propio hacia un rechazo expresivo. No obstante, mi madre y dos queridos amigos, Abel y Rafael, me incentivaron para escribir sin miedo a las consecuencias posteriores y así tratar de superar mis temores. Me vale recordar que lo último que me animó a hacerlo fue el "título" o nombre de este blog: "Escribir es describir la dignidad humana". De esta manera, inaguro este blog, que por cierto, irónicamente tengo una botella de champán a mi lado.

Juguetes. Casi la mayoría de las personas han tenido la ocasión de poder compartir momentos de su niñez e infancia con la grata compañía de juguetes. Desde los carritos a fricción hasta las últimas "Barbies" del mercado vemos que son varias las clases de juguetes con las que hemos marcado esas etapas de nuestras vidas. La razón por la que elegí este tema fue la actividad que realicé, o que empecé a realizar, el viernes 11 de enero del presente año. Me encuentro disfrutando mis vacaciones en la siempre bella, pero méndiga, ciudad blanca, Arequipa. Aquí radiqué los primeros once años de mi vida, por tanto, aquí obtuve mis primeros juguetes. Al mudarme el 2001 a la tan movida "rica" ciudad de Lima, solo llevé una parte de todos mis juguetes; ya que, tenía la esperanza de volver a vivir en la blanca ciudad (algo que no sucedió pues nuevos sentimientos y metas van ocupando el lugar de las viejas). De esta manera, este verano me propuse a llevar mis antiguos objetos de aventuras infantiles a mi hogar en Lima. Es así, que con la ayuda de mis abuelos, primas, tías y mi madre empezamos a buscar en los viejos baúles y cajones mis antiguos juguetes. Y tras una gran cantidad de polvo y la asfixiante cantidad de insecticidas, logré mi objetivo.

Una vez que hallé mis viejos tesoros, empecé mi gran labor de búsqueda y rescate de lo servible y no servible. La dicha que me invadió el pasado once de enero seguramente muchos la han podido tener. Encontré mis viejos peluches, como el Señor Osito Panda; mis aún resistentes carros a control remoto, como mi primer auto remoto TYCO; mi equipo de los X-Men que mi tia me trajo de los Estados Unidos; mi juego Lego del Barco Español; varios carritos (como les llama mi madre); muñecos de series conocidas, como mi Seya de los Caballeros del Zodiáco; y por último dos juguetes que realmente me han cautivado todo el día: mi primer trencito "a pilas" y mi pista de carreras, cuyos nombres aún no recuerdo.

Cada caja que destapaba o cada bolsa que abría conllevaba recuerdos a mi mente, recuerdos vanos posiblemente en algunos casos. Estos recuerdos estimulaban mi sonrisa, derramaban mis lágrimas, reflexionaban a mi mente. Así pasé las primeras horas de la mañana. El momento más especial de todo el día fue el que empezó a las 3pm y duró hasta las 11pm. Al encontrar mi primer trencito y mi primera pista de carreras tuve el infantil y fabuloso deseo de abrirlos y empezar a jugar con ellos, como en aquellos tiempos en el cual vivía bajo el techo del sudor de mis abuelos y la fraternidad de una familia humilde. Sin embargo, en mi desesperación, me olvidé de comprar las baterías, limpiar un poco los rieles, las pistas, los carros. Así, le pedi a mi madre la "guita" para comprar las baterías, a lo cual ella respondió: "el papá debe tener". Mi abuelo... Mi abuelo no es de profesión ni pensamiento, es un hombre hecho por la vida dura. Mi abuelo, o mi papá Avelino. Mis abuelos vienen de familias humildes, provincianas, épocas marcadas por la crisis de un país sumergido en la pobreza, en la crisis social. Tuvieron que dejar uno de los derechos que muchos de nosotros gozamos, la educación; y así empezar a trabajar, ya sea en el campo, en el hogar; ya sea limpiando o trapeando. Mis raíces son esas. La Arequipa profunda, la Arequipa dolida, la Arequipa bella.

Mi abuelo nunca tuvo la infancia que yo tuve. Hijo de un madre ruda y estricta y de la crianza de un padrasto paternalista y exigente. El caminar por los campos desde niño pasteando animales con solo una pequeña bolsa de mote y tostado para comer al día, se refleja en la expresión de sus ojos cansados y pesados, pero que a la vez muestran un fervor de "haber hecho las cosas bien". Luego, tal como me contó mi abuelo, llegó a la ciudad urbana creciente de los años 70 de Arequipa. Empezó limpiando en casas hasta que llegó a La Comercial. La Comercial es recordada por muchos de los antiguos arequipeños, como el primer lugar donde llegó la tecnología. Propiedad de los representantes de la empresa Philips en el Perú, es aquí donde mi abuelo empezó su labor. Empezó limpiando como todo recién andino llegado de arriba, de la sierra arequipeña; mas su curiosidad lo llevó a buscar una superación. Así, empezó a observar a los técnicos que la empresa. Aprendió a como soldar, evaluar el desempeño de los artefactos, a arreglar los artefactos. Es así como logró ascender a un oficio mejor.

Toda la experiencia de lo anterior narrado conlleva a pensar practicamente que mi abuelo es un experto en artefactos eléctricos. Es por eso que la respuesta directa de mi madre fue la de preguntar a mi abuelo. Así, con mi abuelo y mi madre nos dedicamos a revisar cada pieza de los dos juguetes con los que tanto anhelaba volver a jugar. Midiendo las cargas de las conexiones, revisando los rieles, las pistas, etc. Así, pasamos la tarde. Pero lo especial fue ver a un viejo, un padre, un abuelo, cariñoso pese a su crianza, dedicado a ver la sonrisa de sus seres queridos en un objeto material. Una dedicación a encontrar una solución, pese, a sus problemas de "parkinson" (disculpen si no es la forma correcta de escribir la palabra) y su ya degastada vista. En ese momento, tal vez, sentí más cerca al hombre que puedo llamar padre, pues, nunca conocí al mío.

Fue una tarde y noche inolvidable. Probando diferentes juguetes para verificar su estado, compartiendo memorias con el viejo y mi madre, riéndonos de las travesuras que hacía mi perra al tratar de perseguir a un robot ruidoso y armonioso, y tratar de encontrar las mismas alegrías vividas en mis recuerdos. Mas, lo que más me impacto fue la petición del viejo: "hijito, por favor, dejale unos juguetes a tu hermanito Rafaelito". Rafael, mi primo, hijo de una de mis tías. Una madre, como la considero, que ha sufrido mucho. Que el destino, la suerte, la dicha, lo que sea, la colocaron en una situación difícil. Sin trabajo, con un hijo y un marido, del cual prefiero no opinar. No obstante, siempre mi familia ha mostrado la unión y cariño incondicional a cada problema que tenga cada individuo del grupo. Así, los hermanos, sobrinos, y padres ayudamos a esta mujer y a este pequeño pedazo del cielo, Rafaelito. De esta manera, el viejo me pidió darle juguetes. Es así que seguí el deseo del viejo y busqué de entre los mejores juguetes tres en especial, de los cuales uno de ellos es el trencito. Tal vez el viejo no mostró ninguna sonrisa, ni se vio alguna lágrima por su mejilla, pero el verlo sentado observando la noche y las estrellas me hacen pensar que su felicidad es la dicha de saber que "ha hecho las cosas bien".

Así, acabo este mi primer post. Tal vez, no he dejado cual era el fin de este escrito; pues, la verdad, como diría un amigo, no sé para que lo hice. Solo escribí, tal como dijo Nuria, lo que sentía dentro de mí.

4 comentarios:

Abel dijo...

Dos cosas:

1. Tienes champaña, déjame un poco! xD.

2. Yo tengo un final. La historia de mi abuelo es muy parecida, solo que a él no lo puedo ver ya, él dio a más no poder incluso de donde no tenía para morir rodeado por su esposa e hijos y un pueblo que hasta ahora lo recuerda. Al igual que tú, el dio lo mejor y me arriesgo a decir que no hizo las cosas bien...las hizo mejor, porque las hizo para vivir no con opulencia, no con frivolidad, no sin preocupaciones, sino con una sonrisa, como diría tu abuelo...haciendo las cosas bien.

PD: Déjame champaña!

Gloria dijo...

Castro! q gnial tu post! Me has hecho recordar tantas cosas de mi infancia, la que también compartí estrechamente con mi abuela... que genial. Curiosamente, yo tengo la misma sensación que tú al ver mis juguetes viejos y también me pongo a jugar con ellos y a hablarles como lo hacía hace pokitos años U.U jaja
Oye y no tengas miedo a las críticas, escribe porque sí y punto... ^^
Te felicito ^^

N.J.Sophie dijo...

Para mí los juguetes representaron además de distracción, compañía, público, fantasía, imaginación. Yo era poderosa entre mis juguetes. Supongo que es parte de crecer.

Yo tenía un juguete favorito, mi soa Diana. La quiero mucho, me ha acompañado toda mi infancia; hoy se encuantra en las mejores manos que puede estar después de las mías.

Gisel dijo...

despues de todo este es el que mas me gusta :D!
no se si es xk taz con champaña o inspirado (:
y la historia es muy buena muy real i me gusta =)°!